Bendita tu luz...
Bendito el lugar y el motivo de estar ahí
Bendita la coincidencia
Bendito el reloj que nos puso puntual ahí
Bendita sea tu presencia
Bendito Dios por encontrarnos en el camino...
Bendita la luz
Bendita la luz de tu mirada
Bendita la luz
Bendita la luz de tu mirada desde el alma
Esta bella canción de Maná inspira mi estado en estos intensos, bellos, agradecidos últimos días.
Claramente, si la definición pudiera ser sólo dada por una palabra sería la palabra bendita.
Y evidentemente, la segunda palabra que definió para mí este momento ha sido luz.
El viernes pasado, Viernes Santo, llegó al mundo nuestro tercer hijo. Como los otros dos, esperado, ansiado, soñado...
Llegó en este nuevo escenario de nuestra vida (sólo cambia el escenario en la escena del amor...) con muchísimas expectativas juntas, que, una vez más, fueron superadas, ampliamente, con la pincelada del Creador.
Las últimas semanas de embarazo se hicieron eternas, como se puede vislumbrar en el post anterior. Sin lugar a dudas, este ha sido y es un tiempo particularmente importante para ejercitar mi baja paciencia... ¿¿Cómo me viene a pasar a mí que el embarazo dura 41 semanas??
Pues bien, ahí estábamos, empezando el viernes Santo a las 7am en el Sanatorio, siguiendo el consejo del médico, que, considerando que había 3 cm de dilatación y el avance del embarazo, era bueno inducir el parto.
Así que unos minutos después estábamos tomando posesión de una sala de partos -enorme habitación, digna de un hotel vacacional, con un hermoso sillón para que papá descanse durante los preparativos, LCD para ver cable y/o videos, frigobar, baño con hidromasaje, todos igualmente, detalles, que no hacen al centro de esta historia-.
La primera sorpresa fue que teníamos una enfermera exclusiva, dado que éramos los únicos "parturientos" del día. Fuimos los únicos. Así que Marsha nos acompañó en todo el proceso, en una actitud semejante a mi querida Marta Varela, que trajo a mis otros dos hijos al mundo.
Distinto fue también que nos acompañó nuestra tecnología, por lo que en "la previa" nos dimos el gusto de postear las novedades y sentir a la hinchada de gente querida queriéndonos en vivo y en directo. Y entre contracción y contracción, hasta mirar algún videillo de Les Luthiers.
Pero lo francamente precioso fue sentir que Dios nos malcriaba en el proceso. Verán, aquí el Sanatorio notifica, si uno lo desea, tanto al futuro pediatra del bebé como a la Iglesia que uno desee. Y nosotros pedimos que avisaran a la nuestra -que queda como a seis cuadras del Sanatorio-
Así que mientras la enfermera me iba preparando, cuando ya estábamos por empezar, tocan a la puerta de la sala y aparece un sacerdote, que no conocíamos personalmente, fácil, de unos setenta largos, que nos viene a visitar de la Parroquia. Con gran alegría, nos dio la bendición, citó algunos versos de las Escrituras... y nos regaló la Comunión ahí mismito, algo que yo deseaba especialmente y en silencio, dado que sabía que no iba a poder participar de las celebraciones de la Semana Santa... hasta en el detalle más mínimo, de partir en dos un mismo trozo de pan, mitad para cada esposo. Nos bendijo y llenó de paz y alegría, gozo, más precisamente, mi corazón y mi cuerpo.
Tuvimos la oportunidad de orar juntos, en medio del trabajo de parto, con un ventanal lleno de luz por marco...
"Bendita la luz"... La luz de la Palabra, que me regaló mi amiga durante esa mañana, proveniente del Oficio de lecturas propio de ese día...
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