Brillante sobre el mic....

Hay recuerdos que no voy a borrar
personas que no voy a olvidar
hay aromas que me quiero llevar
silencios que prefiero callar
son dos, las caras de la luna son dos
prefiero que sigamos mi amor presos de este sol.
dejar, amar, llorar el tiempo nos ayuda a olvidar.
Y allá, el tiempo que me lleva hacia allá
el tiempo es un efecto fugaz
y hay, yeah!
hay cosas que no voy a olvidar
la noche que dejaste de actuar
solo para darme amor
para darme amor
hay secretos en el fondo del mar
personas que me quiero llevar
aromas que no quiero olvidar
silencios que prefiero callar mientras vos jugás.
Como muchos recordarán, esto es extracto de una hermosa canción de Fito Paez, que acompañó mi adolescencia, y me sigue acompañando. Era preferida de DJ´s y señores que hacían videos de viajes de egresados. Tenía todo el espíritu del "que no se corte" y por eso creo que la usaron hasta el hartazgo. Pero creo que dice mucho más que eso.

Este post recupera otra mirada, que se me dispara desde esta letra y seguramente también esta música. La vida como un desfile de recuerdos. Pero en este otro lugar, no desde el propio recuerdo, no desde que se lo recuerda, sino desde el momento de la génesis, de la creación de ese recuerdo. Esto es lo que vengo rumiando desde hace unas semanas, especialmente, luego de nuestras primeras "holidays" en este lugar del mundo.
Y la cosa viene por acá: el pensar la vida como la construcción de esos recuerdos. No como la búsqueda de ellos, como para coleccionarlos y creerse que uno la tiene clarísima. Pero sí con esa filosofía de hacer valer cada momento, de hacerlo durar, de atesorar aquello que nos hace ser quienes somos hoy. Básicamente, lo que me pasa por el corazón es tratar de valorar en el propio momento eso que se nos da. Nos dan desde lo Alto, o nos da una persona, con un pequeño o un gran gesto. Lo que nos dan los chicos desde su inocencia... Wow! qué rica en experiencias que es esta vida, cuando uno se detiene a mirarla!

Este tiempo ha sido, y seguramente seguirá siendo, tiempo de poda. Poda de muchas cosas, poda de algunas ramas de otros tiempos, que ya no son parte del follaje de nuestra vida. Y tiempo de fortalecer el vínculo con esas personas que forman parte de tu identidad hoy, de esos queridos tutores que hacen que tu tronco siga derechito hacia su lugar en el medio del paisaje. Sin nostalgias vanas. Sin promesas de siempre permanecer. Con la gratitud, en cambio, por las personas que Dios nos pone en el camino. Esos pequeños o grandes "Simones de Cirene" que están sosteniendo la cruz -pequeñísima, seguramente- cruz de cada día junto a nosotros.
Y la gratitud nos pone nuevas caras en ese camino. Nos deja decir adiós a otras sin más.
Y la vida nos muestra cada vez más que el camino en este mundo tiene que ver con la comunidad. En sentido amplio y en sentido estricto. El encontrar a ese hermano donde menos lo esperabas, donde creías que no había nada en común. Donde, tal vez, algún tiempo atrás rechazaste la sola idea de compartir el camino.
El encontrar el hermano que te hace crecer y te levanta de los pequeños tropiezos en el camino.

En este tiempo he descubierto la naturalidad de compartir la Navidad con casi extraños, que, sin embargo, prestaron su corazón a compartir. De dejar de lado la pregunta clave de quién hace el vitel toné, o en dónde se hace la reunión, por buscar lo que te conecta de verdad con esa celebración.
En este tiempo he descubierto que no se trataba de vivir con nostalgia la distancia con la familia grande, sino recuperar la alegría de celebrar el nuevo año con un grupo de gente que ponía la mejor buena voluntad en conocernos y abrirnos la casa y la familia. Ver a tus hijos descubrir que los nuevos amigos pueden estar ahí nomás.
En este tiempo he descubierto que las pequeñas cosas, como recibir una carta "de carne y hueso" con la letra de un nene de 7 años te permite reafirmar que las amistades de corazón trascienden las barreras.
Y que cuando alguien te quiere, te quiere en su vida, y, oh! te das cuenta de que se ha vuelto fundamental en la tuya. Y ahí se construyen puentes, lazos.
Así que en este tiempo celebro esos caminos compartidos, a esos compañeros de comunidad que están acá, a sólo diez mil kilómetros y sin embargo tan cerca del corazón.

Parafraseando otra vez, a Fito...
¿quién dijo que todo está perdido?
yo vengo a ofrecer mi corazón...
no será tan fácil, ya sé que pasa.
no será tan simple como pensaba.
como abrir el pecho y sacar el alma,
una cuchillada de amor.
y uniré las puntas de un mismo lazo,
y me iré tranquilo, me iré despacio,
y te daré todo y me darás algo,
algo que me alivie un poco más.
cuando no haya nadie cerca o lejos,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
cuando los satélites no alcancen,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
Y hablo de países y de esperanza,
hablo por la vida, hablo por la nada,
hablo de cambiar esta, nuestra casa,
de cambiarla por cambiar no más.
¿quién dijo que todo está perdido?
yo vengo a ofrecer mi corazón

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