Look for the helpers...

Buscando a los que ayudan...




Después de mucho, mucho tiempo, años, acá vuelvo, movilizada a mi querida Ñata. Nunca más apropiada la frase "La ñata contra el vidrio". El mundo está movilizado por el COVID19.
Me di cuenta que, a pesar de todos los centros que la vida nos tira, sigo siendo una esperanzada recalcitrante. Será esa gran herencia de ser hija del Rey. Será que la vida me preparó. O será que simplemente, me gusta andar por el mundo desentonando.
En los últimos meses, aunque parece mucho más tiempo, pasaron muchas cosas en nuestra familia. A fin del año escolar tomamos juntos, en familia, la decisión de mudarnos. Y rezamos, y pedimos, y dejamos Wisconsin, con una parte del corazón allá. Aparecimos en Pensilvania, en un rinconcito del mundo que no hubiese creído podía ser nuestro lugar en el mundo. Imaginate: unos porteños de pura cepa, viviendo, literalmente, en el medio del bosque. Yo, con mi incapacidad de mantener un helecho vivo, plantando albahacas y verdeos. Levantarte a la mañana y escuchar azulejos, ver más ardillas, zorros y ciervos. Pero pasó. Como siempre, Dios con la delicadeza de llevarnos de a pasitos. Y acá estamos.
Y los chicos que crecen, que se buscan y se empiezan a encontrar. Y yo que me reinvento, trabajando ahora con adultos que quieren aprender de la lengua y la cultura. Descubriendo que mis habilidades desarrolladas me permiten trabajar con gente a la que admiro y respeto mucho.
Y en el medio de eso, la pandemia. Cuando estoy en proceso de agradecer lo nuevo y lo bueno, el mundo te bombardea de negatividad. El querido Mr. Rogers, una maravilla de conductor de TV, sabio, amable, que sabía de ayudar a los chicos a hablar de emociones, tiene una frase que se traduce más o menos como "Cuando yo era chico,  y veía cosas que me asustaban en las noticias, mi mamá me decía 'Buscá a los que ayudan, siempre vas a encontrar gente que ayuda'". Una frase realmente sabia de una mujer que crió un sabio. Entonces, entre todo el bombardeo, yo busco a los que ayudan, y busco ayudar a que recordemos las cosas buenas que pueden pasar aún en los momentos oscuros. Y se me ocurrió compartir algunas cosas que observé en estos últimos tiempos. Desordenadas, sin clasificar, con el objetivo de contagiar esperanza. En estos días parece que vale la pena dedicarle el tiempo concretamente a ponerle esperanza a la vida.
Los primeros que me contagiaron la esperanza fueron los maestros. Pertenezco a muchos grupos en redes sociales donde me comunico con docentes. Desde antes de que esto fuera pandemia, muchos están dedicando horas incontables a crear y compartir recursos para que otros puedan seguir enseñando online. Hacemos lluvias de ideas de cómo acompañar a los chicos que andan solos en casa, compartimos los datos de cómo dar clase online, damos consejos para ayudar a los chicos que se quedan sin almuerzo... Gente que abre sus sitios a que todos enseñemos con ellos y demás.
Ayer veía que algunos están compartiendo un juego de poner las cosas que sus hijos hicieron en casa durante el distanciamiento social y, para reírse, poner que fueron sus compañeros de trabajo. Mis hijos vieron que yo ayer estaba esmerándome en establecer mi campus virtual. Y se esmeraron en hacer su trabajo y cuidar que yo tuviera mi mate a mano, me dieron abrazos entre clase y clase y disfrutaron compartir todas las comidas. Esta mañana David desayunó conmigo y compartía su charla de las cosas que está aprendiendo mientras está en casa. Mientras, me ayudaba a doblar sábanas limpias. Y a la tarde, solitos, en la puerta de casa a practicar con la bici. Es un buen momento para cocinar esas cosas que llevan muchas horas, es un buen momento para leer, solo o en familia. Es un excelente momento para ver películas donde los buenos se unen y ayudan a otros a ser más buenos. Miremos a los que ayudan: los que trabajan en la salud, en los lugares que nos venden alimentos.
Te invito, querido lector, a mirar lo que nos hace humanos, a buscar una buena carcajada en cada momento del día. A compartir aquellas cosas que te trajeron una sonrisa. A mirar todas las fotos de bebés queridos, humanos o de los otros. A leer tu cuento favorito de chico, o el cuento favorito de tus chicos. O a encontrar un favorito. A redescubrir el Chavo del Ocho. A mirar una película de Sandrini. A mostrarle a tus hijos lo que hacías vos de chica. A hacer tu receta de Pinterest que salió desarmada. A jugar a la rayuela. A probar una clase de gimnasia online. A jugar un torneo de Rummy. A armar la ciudad de Legos en el living. A poner la sábana sobre la mesa del comedor y viajar en tu nave espacial, o vivir en una carpa en el medio de la montaña de tu imaginación. Creemos un montonazo de recuerdos de cómo aprovechamos este tiempo para ser felices en el medio del mundo. Porque eso se elige día a día, minuto a minuto.
Cuidate y cuidá a los demás. Si te toca interactuar, tomate un minuto extra para compartir algo positivo con cada uno.
¡Hasta la próxima Ñata!


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