Ocho años...

"Sé la nube sola en mi pradera.
Seré tu querido verde
y serás sombra en mi mitad.
Y si ves que mi verde se quema,
Llueve tu llorosa pena,
Y el verde nuevo se hará".
(Canción del Pinar. Silvina Garré)
Esta postal comenzó hace más de ocho años, allá cuando nos conocimos. Pero la imagen va cambiando, como cambiamos nosotros mismos. En ocho años de matrimonio uno cambia, cambia el otro y cambiamos juntos. Cambia la forma de amarse, de comprenderse, y también de dejar de comprenderse.
Allá lejos, hace ocho años, esta metáfora de la canción del Pinar, donde dos seres distintos se unen, me movilizaba la imagen del amor por mi flamante esposo. Hoy también.
Gracias a Dios, quiero decir, por Su gracia, no cambió el amor. Ahí esta, firme, como todo lo que goza de las cualidades de la eternidad. Creo que ahí está, con fortaleza, porque confiamos estas vidas a Dios. Y cuando nosotros nos gastamos, nos cansamos, nos asfixiamos o nos desganamos (todas esas nos han pasado),  esa "tercer pata del dúo" es la que se mantiene firme y sostiene a las otras dos. Si imaginara el matrimonio como una construcción, Dios sería una columna central y las otras dos le aportarían un poco, pero sin la del medio, se caería.
No es mérito de uno, claramente. Ni siquiera es mérito de los dos. El punto "fuerte" está también en reconocerse creatura -aunque suene paradójico- y poder ofrecer desde ahí la vida. Porque cuando tu personalidad es como la mía, es difícil aún, después de 8 años, ofrecerte débil, con mañas, "defectuosa" al otro. Mi modelo de "buena esposa" es el de una mujer pluscuamperfecta, que tiene que ser la madre que todo lo hace a mano, por sus medios, está en todas las reuniones de colegio, lleva y trae a sus hijos a todas partes, cocina todo casero y "sanito", limpia mejor que Mr. Musculo, está siempre espléndida para el esposo, trabaja honestamente, nunca huele mal y otras cualidades de heroína de antaño, mezcla de Susanita con una Barbie y Madame Curie. Y luego de años de creer que era posible y debía ser así, me enseñaron, desde la fe, que esto también es una forma de alejarse de Dios: si creo en que es posible ser perfecta no puedo reconocerme limitada, hija y entonces, ser redimida.
Hoy, de a poquito, muy poquito, trato, como esposa, de transitar por ese camino. Y, curiosamente, la imagen del camino una vez más nos acompaña. Días atrás, en camino, peregrino, al Santuario, recordábamos juntos que esa era una imagen que usábamos al pensarnos y que juntos, muchos años atrás, nos imaginamos, así, en un camino parecido a éste. Camino que llegó cuando ya no lo imaginábamos. De hecho, es la imagen del camino la que elegimos para acompañarnos en la Misa de esponsales y en nuestra vida. EL camino. El camino de Emaús, donde se habla de dos peregrinos que iban por el camino "conversando y discutiendo" sobre lo que había pasado. Tal como nosotros, que, afortunadamente y contra la primera impresión que generamos, no coincidimos en todo y discutimos bastante. Y con cuántas ganas le pedimos, cuando nos damos cuenta de cómo son las cosas -esos instantes de luz en medio de la noche- "Quedate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba".
Hoy estamos en un camino que poco a poco, día a día, se va volviendo nuestro camino conocido. Agradecidos de estar juntos, lejos de nuestros planes, pero confiados.
Junto a nuestros tres retoños, porque ya es imposible pensarnos como dos sin ser juntos. Hoy Diana rezaba en la comida, "gracias, Jesús, por elegir a papá y mamá y permitirles formar esta familia". Hoy, por este nuevo camino, por primera vez, salimos a festejar nuestro aniversario con nuestros hijos. Y sin añoranza de la romántica cena, compartimos familiar fondue, plato particularmente maravilloso a la hora de compartir, con una mística especial de reunirse alrededor.
Hace ocho años, cantaba también, con el Pinar
"Que tengamos alrededor nuestro
quien berree nuestros nombres
y mucha sombra por dar.
Y cuando lleguemos a la tierra,
Unete conmigo en savia,
Así haremos sombra igual."

Hoy agradecemos tener estas ramas con vida propia, que nos recuerdan que nada es nuestro mérito, que todo es don. Y yo, no puedo dejar de imaginarme que un día, si Dios nos acompaña y nos sostiene, llegaremos a ser dos viejitos como los de este video.
Y si no somos así, bueno, ¿quién sabe?
 
Y me disculpan, los demás lectores, si los canso o los pegoteo con miel. Estas últimas palabras son para mi compañero de camino: gracias por elegirme, porque como bien parafraseaste el día que me pediste ser tu esposa, si te quiero es porque sos mi amor, mi cómplice y todo y en la calle, codo a codo, somos mucho más que dos ...Somos mucho más que dos. Te amo.

Para meditar "el camino de Emaús" se puede hacer click aquí (Lc 24, 13-35)

Comentarios

  1. Felices 8 años!!!!
    Qué la Vida se siga derramando en ustedes!!!
    Me reí mucho con el video. Andre, empezá a practicar con el piano...

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Look for the helpers...

Brillante sobre el mic....

Costumbres argentinas...