Acuérdate siempre...

¿Quién eres tú? "Yo soy tu madre"
¿Quién eres tú? "Siempre tu auxilio".
Acuérdate siempre de mí.
María, aquí tienes a tu hijo (bis).
Estos hermosos versos provienen de la canción que da título a este post, que fue escrita por Eduardo Meana, compañero de emociones de muchos jóvenes (y ya no tan jóvenes) católicos.
Él se la escribió a su amada advocación de la Madre, la Auxiliadora, la que veneran todos los salesianos de corazón alrededor del mundo.
Anoche me quedé con ganas de seguir "orando dos veces" como diría San Agustín y me fui a la intimidad de mi cuarto para hacerlo. Claro, la intimidad no tan íntima porque al rato tenía a mis dos "salesianitos" cantando conmigo.
Pero lo que tenía ganas de compartir es una nueva dimensión de la frase "alaben a Dios todas las criaturas". Tal vez no nueva para todos, pero renovada para mí.
Se me ocurrió ponerle el celular a la panza, para que el bebé compartiera ese momento. Y ahí me acordé de Santa Isabel con "apenas escuché tu voz el niño saltó de alegría en mi seno" tan propia de este tiempo de Adviento.
Porque mi niño saltó de alegría, bailó como el Rey David, se puso a hacer pogo contra los riñones, o como lo quieran llamar, pero se la pasó "conectado" con la oración.
Y eso me puso a pensar en la dimensión de la vida dentro del útero, no desde lo jurídico o desde el debate político.
Desde la dimensión de las pequeñas cosas. Un "bollito de amor" de menos de 1kg de peso que está ahí adentro, que se comunica con su mamá, a través de esos movimientos. Que reconoce la música y, estoy segura, intuye la alabanza a su Creador. Al fin y al cabo, Él mismo dijo que de los niños y los que son como ellos es el Reino. Y ahí, al que no reconoce que el bebé en el útero es niño, me puede reconocer que es como ellos. Y entonces, seguro que en su no-conciencia reconoce al Creador.
Y desde mi propia oración, las palabras que comienzan este post empezaron a resonarme, las rumié anoche, las rumié hoy. Y las lloré un poquito también. Porque yo no la valoré tanto a "la Auxiliadora" hasta el día en que me despedí de Ella, en la peregrinación del colegio de este año, el mismo día en que vi a los chicos de séptimo llevarle su flor blanca, como es la tradición, y caí en la cuenta de que este camino que se abría en ese momento, no la tiene con esa advocación acá. Y ahí lloré mucho.
Anoche lloré distinto, lloré la certeza de saberla cerca. Fue una emoción profunda. Es más, la certeza de saberla "auxiliadora" recién la comprendí anoche. Porque anoche supe que ellá está acá, auxiliándonos, aunque yo no lo hubiese ni pedido, ni notado. Fue ese "yo te conforto" lo que me mató de amor. Y me recordó mi primer amor por María. Donde le dije, mirá que si querés que te quiera me tenés que venir a buscar, porque yo lo quiero a Jesús. Y se tomó el trabajo de venirme a buscar. Y ayer fue como que me hiciera un upa de esos que le hacés a tus hijos cuando están mimosos, deseosos de abrazo...
Y tenía que compartirlo. Tengo la certeza de que esta estrofa será verdad en nosotros. Que ella está "rezando en la barca" por nuestra travesía.
Mañana guardarás, Dulzura nuestra,
mi viaje en tu manto.
Serás el puerto de nuestra esperanza,
a Jesús alcánzanos.
¿Qué sería de mí sin ti,
mi Señora, sin ti?
María, aquí tienes a tus hijos.

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